Octavo trabajo: Las yeguas de Diomedes
El rey Euristeo tras otro intento de que su sobrino muera, toma otra decisión: hacer que robe las yeguas de Tracia, provoque una guerra y sea condenado por el rey Diomedes, rey de Tracia, es hijo de Ares y Cirene, este rey es una persona enorme, por lo que muchos temen y por esa razón él habita en el mar Negro. Él trata de una manera peculiar a los extranjeros, porque al presentarles a sus hermosas equinas, estas devoran a las personas en forma de bienvenida.
Una vez Heracles acepta la misión de capturar a las yeguas, va a Feras con el rey Admeto a platicarle su plan, pero éste está desconsolado ya que su esposa está a punto de fallecer por su culpa, porque estuvo él a punto de morir, pero el dios Apolo emborrachó a las Moiras para impedir su muerte, ellas aceptaron aplazarlo hasta que encontraran la persona que tomaría su lugar y su esposa lo hace como signo de amor. Heracles impide que Tánatos se lleve el alma y él sin más remedio acepta.

Admeto como agradecimiento le presta su ejército para la tarea que tenía y Heracles los encamina a Tracias. Ahí encuentra a las yeguas atadas en cadenas esperando carne fresca, por lo que Heracles las toma, pero de camino los bistones - una tribu de Tracia - los intercepta.
Heracles le da las yeguas a su amigo Abdero, el cual termina siendo arrastrado y comido por las equinas, mientras Heracles pelea. Al terminar tal lucha, Heracles vence a Diomedes y lo avienta a las yeguas como venganza por matar a su amigo, las bestias se lo comen vivo.
Heracles ata a las equinas al carro de Diomedes y las conduce a Micenas. Llegando con el rey, Euristeo le da las yeguas a Hera, la cual las pone en libertad en el Olimpo, donde corren libremente.